Por: Fátima Cuerdo
La Tauromaquia tiene unos orígenes milenarios que se han ido heredando hasta conseguir mantenerlos presentes en nuestras vidas a día de hoy. Tal es su transcendencia que es parte de la cultura de diversos países como son: México, algunos países de América del Sur, Francia, Grecia y por supuesto, nuestra tierra y país, España.
La propia palabra “Tauromaquia” viene de dos palabras griegas, taurós y machía , que significan toro y lucha. En Grecia, mil años antes de Cristo, se practicaban sacrificios de los poderosos, respetados y, considerados como deidad, los toros en honor a Zeus y Dionisio. Además, se nombra al toro o por entonces conocido como Tauro o Minotauro, en su mitología donde se cuenta que Minos, rey de Creta, tras conseguir que Atenas se rindiera, mandó entre sus condiciones que como castigo cada año debían entrar en el laberinto siete hombres y siete mujeres atenienses con el fin de alimentar al Minotauro. Teseo tuvo esta obligación al tercer año, pero Ariadna hija de Minos, le entrego un ovillo para volver del laberinto con vida y los secretos del propio laberinto tomados de Dédalo. Hay varias teorías finales y una de ellas es que mató al Minotauro con sus manos antes de salir y otras que Ariadna también le entrego una espada que fue con la que puso fin a la vida del ser mitológico. No solo es nombrado en la mitología si no que la civilización cretense dejó iconografías en su Palacio de Knosos, en la isla de Creta, que representa un juego con el intento del salto de uno de los protagonistas por encima del toro. En Tesalia en el siglo V a.C se denominaba “Taurokathapsia” a una celebración donde había jinetes que encelaban a los toros en carrera y realizaban requiebros para después saltar encima del toro, le agarraban la cornamenta y trataban de derribarlo con el fin de concluir el lance y ofrecer la cabeza a la divinidad de la zona local con la simbología de poder y ofrenda de fertilidad.
Foto: Mi Historia Universal
Más adelante, los romanos y según cuenta Plinio el Viejo, en su obra “Historia Natural”, Julio César introdujo en los juegos circenses la lucha entre el toro y el matador armado con una espada y un escudo. Éste se aficionó a ver alancear los toros a caballo y se hicieron innovaciones según la obra de “Tauromaquias Aragonesas” de Alfonso Zapater. Ovidio destacó a otra figura de la época que fue el llamado Karpóforo, el cual obligaba al toro a embestir utilizando un pañuelo rojo. En cuanto a la arquitectura, el Anfiteatro romano tiene gran similitud con las plazas de toros que hay en la actualidad. El sacrificio de toros era al igual que en Grecia realizado en los ritos y costumbres, que más adelante, los romanos introdujeron en Hispania con las llamadas “veneraciones”, luchas entre gladiadores y toros con escudo y espada, organizadas en el Coliseo romano.
Foto: Tierras Taurinas (vía Twitter)
En España los toros están presentes desde la Prehistoria con El Bisonte de Altamira, los Toros de Guisando en la Edad del Hierro, siendo sus antecedentes las representaciones de cabezas de toros o juegos en Micenas o Cretas. Las corridas de toros se comienzan a dar entre el siglo XI y XII siendo de las primeras documentadas la celebración de la boda de Alfonso VII de Castilla y Berenguela de Barcelona en Saldaña (Salamanca). En el siglo XIII se extienden los encierros para festejar todo tipo de eventos, donde los nobles lo hacían a caballo y los del pueblo a pie. El toreo denominado ecuestre fue el iniciador de la lidia a pie y se realizó del siglo XVI al XVIII con la participación única de aristócratas que alanceaban desde el caballo a los animales. A partir, del XVII es cuando recibe ayuda del toreo a pie realizando varios quites y en el siglo XVIII se conoce a la figura de picador junto la complementación del toreo a pie. A partir del siglo XVII y XVIII, es el momento en el que la Fiesta comienza a tomar importancia dentro de la sociedad, reflejándose en las pinturas de Goya y Picasso; las esculturas de Pedro Antonio Hermoso, Antonio Acuña, Pedro Riera, entre otros muchos artistas, que representaban personajes de la fiesta de los toros, algunos brindis y diferentes escenas que se reproducen a lo largo de una corrida de toros. También se vive un cambio en las vestimentas de los propios toreros apareciendo la montera en el 1619 en una corrida de toros en la Plaza Mayor de Madrid, el Maestro Costillares revolucionó el traje de torero, al que más adelante Paquiro introduce los últimos cambios: las lentejuelas, el tamaño de las hombreras y de la chaquetilla. La música, otra línea dentro de una corrida de toros o, incluso, se puede crear por la mismísima inspiración de una de ellas. Avisa del comienzo de la corrida de toros, de los cambios de tercio, acompaña la faena del torero y marca el final del festejo. El gato montés, Nerva, Suspiros de España, pasodoble de Francisco Alegre del maestro Quiroga por citar algunos de los clásicos más famosos y escuchados en las tardes de toros.
Cuadro: Francisco de Goya
En pleno siglo XXI sigue habiendo cambios constantes por la influencia de la sociedad actual, hecho siempre criticado dentro de los propios aficionados y que se acusa desde los principios más remotos. Siempre se ha criticado el cambio, lo diferente, pero verdaderamente es lo que hace única a esta celebración histórica. La Tauromaquia sigue en constante evolución en sus tantas y diferentes formas de expresión que acreditan que la historia y la cultura está ligada tanto al toro como a la propia Tauromaquia.