23 Feb
23Feb

Por: Fátima Cuerdo 

La raza brava lleva siglos y siglos pastando por nuestro planeta, una de las pocas especies que se han mantenido con vida y han ido evolucionando con el cambio de los tiempos. Protegida por el ser humano y encargado de su crianza y selección hasta como lo conocemos ahora. 

Evolución del Uro al toro bravo

El toro bravo procede del Uro que vivía hace ya más de quinientos siglos en Asia, en el Norte de África y Europa, cambiando de lugar consecutivamente según los correspondientes cambios morfológicos de la Tierra. Al igual que cualquier especie que pervive en nuestro mundo ha ido evolucionando hasta conocerse al toro bravo como es hoy. Se conoce la vida de este animal por los restos que nuestros antepasados han ido dejando tanto en Altamira, con las pinturas de los cántabros, como en Mesopotamia, Creta, Grecia donde se hacían ritos en honor a los dioses, en Roma dejando por escrito las costumbres Plinio el Viejo y Ovidio, la herencia de Hispania que deja en constancia las primeras corridas de toros en el 1080 en Ávila. Todo ello refleja una gran herencia de la crianza del toro bravo en las zonas que se han ido haciendo celebraciones o rituales contando como protagonista el toro bravo.

Foto: Irreductible, Naukas (web)

Aparición de las ganaderías

Hasta el siglo XVII no aparecen las conocidas ganaderías actuales, o el principio de ellas, ya que se criaban o de forma semisalvaje o en explotaciones ganaderas y agrícolas de ganado vacuno, especialmente para carne. Aún había vacadas semisalvajes y se elegían por parte de vaqueros y mayorales los que tenían mayor temperamento. Por aquel entonces, no se anunciaban los nombres de las ganaderías porque los éxitos eran prácticamente nulos. La mayoría de los documentos recogen los pagos realizados por las reses, el lugar y el por qué o en honor a quién se realizaba la celebración, ya fuere festejo o encierro. En estos aparecían fundamentalmente las Órdenes Religiosas, la Nobleza y agricultores con terrenos extensos que eran los dueños, y estos las tenían en arrendamientos beneficiándose de la décima parte de las crías que les eran cedidas, como consecuencia de ello no hay unas procedencias claras, sino que son muy diversas. 

La clave del SXVIII: las castas fundacionales

En el siglo XVIII, solo quedan las ganaderías con explotaciones agrarias y/o de carne, en especial, en la parte de Andalucía, siendo estas de: Conde de Vistahermosa, Vicente José Vázquez, los hermanos Rivas y José Rafael Cabrera.  A partir de la segunda mitad del siglo XVIII es cuando comienza la selección del ganado, siendo el pionero Vicente José Vázquez. Aparecen por tanto las castas fundacionales, aunque existieron otras que se extinguieran en el pasado, son las Castas: Navarra, Jijona, Cabrera, Gallardo, Vazqueña y Vistahermosa, siendo esta la que más presencia tiene en las ganaderías actuales. Cada casta tiene unas morfologías y comportamientos que han sido con específico criterio elegidas hasta ahora, cada animal tiene un comportamiento y capas muy diferentes a pesar de venir del mismo origen, por ejemplo, capas negras de Murube, cárdenas en Saltillo o Santa Coloma y variadas en Núñez o Domecq; Pablo Romero de Gallardo con capas ensabanadas y castañas, quedando en la actualidad esta única descendencia; Concha y Sierra, encaste Vazqueño, con un gran trabajo por delante del ganadero José María López, cuenta con animales sardos, salpicados en negro y en castaño, que en comparación con Prieto de la Cal suele predominar la capa del  jabonero; la ganadería Reta de Casta Navarra, con sus pelajes colorados oscuros y claros, albardados, tostaos, y la Casta Jijona mayoritaria en Peñajara, colorados y retintos. En cuanto a capas hay bastantes recogidas en las tantas ganaderías que perduran con gran lucha en el siglo XXI y en cuanto a morfología cada uno destaca por algún matiz ya sea en cuanto a encornadura, cara, torso o tamaño. 

Foto: Taurología

Adaptación de la selección ganadera al toreo

Todo el proceso de selección llevado a cabo por los ganaderos ha sido a partir de la adaptación al toreo de cada momento y de la época en la que se vive. Ocasionando la pérdida de muchas ganaderías y encastes, que por la propia selección y por la economía de los ganaderos, han terminado desapareciendo. Algunos de ellos apuestan por mantener los encastes en peligro de extinción y son los únicos que los defienden a pesar de remar en contra de la afición, de la sociedad y de la Tauromaquia. Sí es verdad, que el toro y la tauromaquia van ligados y que andan al mismo paso, porque si no uno de ellos puede acabar tropezando, pero lo más bonito y sensato es que se intenten mantener todos los encastes y, por consecuente, todas las castas y orígenes, aunque el momento que se vive no acompaña al propósito. 

Foto: Fátima Cuerdo

Su defensa, tradición, herencia y su vida está en las manos de los aficionados, vaqueros, mayorales, ganaderos de bravo, agricultores y muchos otros trabajadores, que cada día viven para este animal, porque de no ser así hoy en día no tendríamos a esta divinidad de animal haciendo eco por todo el mundo en representación de nuestra cultura, nuestros países y nuestra forma de vivir la vida, en libertad.    

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